Consiste en la manifestación, de forma muy explícita, de un deseo, dirigido siempre a un tú que está claramente presente en el discurso.
Ejemplo:
"¡Oh!, suene de continuo, Salinas, vuestro son en mis oídos, por quien al bien divino despiertan los sentidos, quedando a los demás amortecidos" (Fray Luis de León)
¡Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas! (J. R. Jiménez)
Si se dirige a un ser inanimado, se denomina apóstrofe:
"Olas gigantes que os rompéis bramando en las playas desiertas y remotas, envuelto entre las sábanas de espuma, ¡llevadme con vosotras" (G. A. Bécquer)
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